miércoles, 19 de agosto de 2020

Lengua Castellana y Lectura Crítica. El Miedo. Comprensión Lectora. 10°1 y 10°2.

 INSTITUCIÓN EDUCATIVA EFE GÓMEZ.

LENGUA CASTELLANA Y LECTURA CRÍTICA: 10°

FECHA: Agosto 19 de 2020.

TEMA: EL MIEDO – COMPRENSIÓN LECTORA. 

LOGRO: Reconoce la estructura de los textos argumentativos.

DOCENTE: Jesús David González Álvarez.

EL MIEDO.

 

Ese largo y angustioso escalofrío que parece mensajero de la muerte, el verdadero escalofrió del miedo, solo lo he sentido una vez. Fue hace muchos años, en aquel hermoso tiempo de los mayorazgos, cuando se hacía información de nobleza para ser militar. Yo acababa de obtener los cordones de Caballero de Cadete. Hubiera preferido entrar en la Guardia de la Real Persona; pero mi madre se oponía, y siguiendo la tradición familiar, fui granadero en el Regimiento del Rey. No recuerdo con certeza los años que hace, pero entonces apenas me apuntaba el bozo y hoy ando cerca de ser un viejo caduco. Antes de entrar en el Regimiento mi madre quiso echarme su bendición. La pobre señora vivía retirada en el fondo de una aldea, donde estaba nuestro pazo solariego, y allá fui sumiso y obediente. La misma tarde que llegué mandó en busca del Prior de Brandeso para que viniese a confesarme en la capilla del Pazo. Mis hermanas María Isabel y María Fernanda, que eran unas niñas, bajaron a coger rosas al jardín, y mi madre llenó con ellas los floreros del altar. Después me llamó en voz baja para darme su devocionario y decirme que hiciese examen de conciencia:

-Vete a la tribuna, hijo mío. Allí estarás mejor…

La tribuna señorial estaba al lado del Evangelio y comunicaba con la biblioteca. La capilla era húmeda, tenebrosa, resonante. Sobre el retablo campeaba el escudo concedido por ejecutorias de los Reyes Católicos al señor de Bradomín, Pedro Aguiar de Tor, llamado el Chivo y también el Viejo. Aquel caballero estaba enterrado a la derecha del altar. El sepulcro tenía la estatua orante de un guerrero. La lámpara de un presbítero alumbraba día y noche ante el retablo, labrado como joyel de reyes. Los áureos racimos de la vid evangélica parecían ofrecerse cargados de fruto. El santo tutelar era aquel piadoso Rey Mago que ofreció mirra al niño Dios. Su túnica de seda bordada de oro brillaba con el resplandor devoto de un milagro oriental. La luz de la lámpara, entre las cadenas de plata, tenía tímido aleteo de pájaro prisionero como si afanase por volar hacia el Santo.

Mi madre quiso que fuesen sus manos las que dejasen aquella tarde a los pies del Rey Mago los floreros cargados de rosas como ofrenda de su alma devota.

Después, acompañada de mis hermanas, se arrodilló ante el altar. Yo, desde la tribuna, solamente oía el murmullo de su voz, que guiaba moribunda las avemarías; pero cuando a las niñas les tocaba responder, oía todas las palabras rituales de la oración. La tarde agonizaba y los rezos resonaban en las silenciosas oscuridades de la capilla, hondas, tristes y augustos, como un eco de la Pasión. Yo me adormecía en la tribuna. Las niñas fueron a sentarse en las gradas del altar.

Sus vestidos eran albos como el lino de los paños litúrgicos. Ya solo distinguía una sombra que rezaba bajo la lámpara del presbítero. Era mi madre que sostenía entre sus manos un libro abierto y leía con la cabeza inclinada. De tarde en tarde, el viento mecía la cortina de un alto ventanal. Yo entonces veía en el cielo, ya oscura, la faz de la luna, pálida y sobrenatural como una diosa que tiene su altar en los bosques y en los lagos…

 Mi madre cerró el libro dando un suspiro, y de nuevo llamó a las niñas. Vi pasar sus sombras blancas a través del presbítero y columbré que se arrodillaban a los lados de mi madre. La luz de la lámpara temblaba con un débil resplandor sobre las manos que volvían a sostener abierto el libro. En el silencio la voz leía piadosa y lenta. Las niñas escuchaban. Y adiviné sus cabelleras sueltas sobre la albura del ropaje y cayendo a los lados del rostro iguales, tristes nazarenas. Habíame adormecido, y de pronto me sobresaltaron los gritos de mis hermanas.

 Miré y las vi en medio del presbítero abrazadas a mi madre. Gritaban despavoridas. Mi madre la asió de la mano y huyeron las tres. Bajé presuroso. Iba a seguirlas y quedé sobrecogido de terror. En el sepulcro del guerrero se entrechocaban los huesos del esqueleto. Los cabellos se erizaron en mi frente. La capilla había quedado en el mayor silencio, y oíase distintamente el hueco y medroso rodar de la calavera sobre su almohada de piedra. Tuve miedo como no lo he tenido jamás, pero no quise que mi madre y mis hermanas me creyesen cobarde, y permanecí inmóvil en medio del presbiterio, con los ojos fijos en la puerta entreabierta. La luz de la lámpara oscilaba. En lo alto mecíase la cortina de un ventanal, y las nubes pasaban sobre la luna, y las estrellas se encendían y se apagaban como nuestras vidas. De pronto, allá lejos, resonó festivo ladrar de perros y música de cascabeles.

Una voz grave y eclesiástica llamaba:

 -       ¡Aquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán…!

Era el Prior de Brandeso que llegaba para confesarme. Después oí la voz de mi madre trémula y asustada, y percibí distintamente la carrera retozona de los perros.

La voz grave y eclesiástica se elevaba lentamente, como un canto gregoriano:

 -       ¡Ahora veremos qué ha sido ello…Cosa del otro mundo no lo es, seguramente…

! ¡Aquí Carabel! ¡Aquí, Capitán!

 Y el Prior de Brandeso, precedido de sus lebreles, apareció en la puerta de la capilla:

 -       ¿Qué sucede, señor Granadero del Rey?

 Yo repuse con voz ahogada:

 -       ¡Señor Prior, he oído temblar el esqueleto dentro del sepulcro...!

(…) No levantó la mano de mi hombro, y permanecimos inmóviles, contemplándonos sin hablar. En aquel silencio oímos rodar la calavera  del guerrero. La mano del Prior no tembló. A nuestro lado los perros enderezaban las orejas con el cuello espeluznado. De nuevo oímos rodar la calavera sobre su almohada de piedra. El Prior se sacudió:

 -       ¡Señor Granadero del Rey, hay que saber si son trasgos o brujas!

 Y se acercó al sepulcro y asió las dos anillas de bronce empotradas en una de las losas, aquella que tenía el epitafio. Me acerqué temblando. El Prior me miró sin despegar los labios. Yo puse mi mano sobre la suya en una anilla y tiré. Lentamente alzamos la piedra. El hueco, negro y frio, quedó ante nosotros. Yo vi que la árida y amarillenta calavera aún se movía. El Prior alargó un brazo dentro del sepulcro para cogerla. La recibí temblando. Yo estaba en medio del presbiterio y la luz de la lámpara caía sobre mis manos. Al fijar los ojos las sacudí con horror. Tenía entre ellas un nido de culebras que se desanillaron silbando, mientras la calavera rodaba por todas las gradas del presbiterio. El Prior me miro con sus ojos de guerrero que fulguraban bajo la capucha como bajo de la visera de un casco:

 -       Señor Granadero del Rey, no hay absolución… ¡Yo no absuelvo a los cobardes!

 Y con rudo empaque salió sin recoger el vuelo de sus blancos hábitos talares. Las palabras del Prior de Brandeso resonaron mucho tiempo en mis oídos. Resuenan aún. ¡Tal vez por ellas he sabido más tarde sonreír a la muerte como a una mujer!

Ramón del Valle Inclán (Fragmento). Jardín umbrío1903

 

ACTIVIDAD.

 

Después de leer.

Recupera información.

 Identifica la opción correcta en cada caso.

 1.    Las primeras frases del texto llevan a suponer que se trata de un relato:

a.    Costumbrista

b.    Fantástico

c.    De terror

d.    Romántico

 2.    ¿Qué provocó el movimiento del cráneo que tanto asusto al narrador?

a.    El espíritu que habita la iglesia.

b.    Un trasgo

c.    Una bruja

d.    Un nido de serpientes.

 

Comprende el sentido global.

 3.    Explica el significado del párrafo final del texto. Basa tu explicación en lo que ocurre durante todo el relato.

 Y con rudo empaque salió sin recoger el vuelo de sus blancos hábitos talares. Las palabras del Prior de Brandeso resonaron mucho tiempo en mis oídos. Resuenan aún. ¡Tal vez por ellas he sabido más tarde sonreír a la muerte como a una mujer!

 4.    Escribe en tu cuaderno que elementos del relato de terror detectas en el texto y qué elementos lo acercan a otro subgénero del relato. Especifica cual.


Relato de terror

Otros subgéneros

 

 

 

 

 

 

 Relaciona información textual.

 5.    Escribe una frase corta que sintetice lo que sucede en cada parte del relato. En la última casilla escribe los nombres de los personajes.

 

 

Inicio

 

 

Desarrollo

 

 

Desenlace

 

 

Personajes del relato

 

 

 

Reflexiona acerca del texto.

 6.    Identifica, el defecto humano que se critica en el relato. Escribe un ensayo en el cual hable de la virtud contraria.

 7.    Explica cómo interpretaría un joven de la actualidad si le digieran las siguientes palabras:

a.    “Antes de entrar en el Regimiento mi madre quiso echarme su bendición. La pobre señora vivía retirada en el fondo de una aldea, donde estaba nuestro pazo solariego, y allá fui sumiso y obediente.”

 b.    “Señor Granadero del Rey, no hay absolución… ¡Yo no absuelvo a los cobardes!”.

 Evalúa el contenido a partir de otros textos.

 8.    Compara el relato con otro que hayas leído del mismo género, y luego escribe un párrafo donde resaltes la  verosimilitud.

 

  

Tomado de: Vamos a aprender lenguaje 10, Frontelo J.M, Triana Restrepo N.C. et al.  pág. 179 – 181.  2017.

 

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